Porque me he dado cuenta que no vale la pena darle importancia a las cosas que no la tienen. La vida es ahora, no ayer ni mañana. Nos creemos muy sabios, pensamos que todo lo sabemos. Pero aun nos quedan muchos errores por cometer, demasiadas lecciones por aprender. Tropezaremos hasta que nos sangren las heridas, pero luego todas terminan por cicatrizar. El tiempo es una tirita que junta los pedacitos que quedan de aquello que has sido, y que quizá nunca volverás a ser. Crecemos. Maduramos. Solo que no siempre al ritmo necesario. ¿Qué sabremos nosotros de la vida? Cada problema, cada obstáculo parece un mundo que nos impide tener lo que esperamos, hacer lo que queremos. Aunque si algo he aprendido, por poquito que sea, es que hundirse realmente no sirve de nada. Las cicatrices no son malas, nos recuerdan las equivocaciones que hemos tenido, las lágrimas malgastadas. Pero también que aquello por lo que luchamos fue real, que las metas no siempre se consiguen pero son necesarias para poder guardar un poquito de ilusión debajo de la almohada. Yo estoy llena de pequeñas cicatrices. Y la verdad es que estoy orgullosa de todas y cada una de ellas.
Puede que no sea la persona más fuerte, ni la más valiente, ni siquiera, la más decidida. Puede que me haya equivocado varias veces, demasiadas diría yo... . Puede que sea una experta en complicar lo fácil, y en facilitar lo difícil, puede que tropiece una y otra vez con la misma piedra siempre, puede que alguna vez me caiga, pero lo que si sé, es que siempre volveré a levantarme, con o sin ayuda.
Seguidores
miércoles, 6 de junio de 2012
Porque me he dado cuenta que no vale la pena darle importancia a las cosas que no la tienen. La vida es ahora, no ayer ni mañana. Nos creemos muy sabios, pensamos que todo lo sabemos. Pero aun nos quedan muchos errores por cometer, demasiadas lecciones por aprender. Tropezaremos hasta que nos sangren las heridas, pero luego todas terminan por cicatrizar. El tiempo es una tirita que junta los pedacitos que quedan de aquello que has sido, y que quizá nunca volverás a ser. Crecemos. Maduramos. Solo que no siempre al ritmo necesario. ¿Qué sabremos nosotros de la vida? Cada problema, cada obstáculo parece un mundo que nos impide tener lo que esperamos, hacer lo que queremos. Aunque si algo he aprendido, por poquito que sea, es que hundirse realmente no sirve de nada. Las cicatrices no son malas, nos recuerdan las equivocaciones que hemos tenido, las lágrimas malgastadas. Pero también que aquello por lo que luchamos fue real, que las metas no siempre se consiguen pero son necesarias para poder guardar un poquito de ilusión debajo de la almohada. Yo estoy llena de pequeñas cicatrices. Y la verdad es que estoy orgullosa de todas y cada una de ellas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario