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lunes, 25 de junio de 2012

Si te rayas te esnifo, si te lías te fumo.

Cada día, cada uno, nos acostamos sabiendo algo nuevo. Pero, algunos días, las cosas que aprendemos son malas, malas para nosotros mismo o incluso un amigo muy cercano, a ese que intentamos ayudar durante todo el día y, tanto en el final como en el principio, causa el mismo efecto en nosotros. Porque sabemos que si hoy te pasa a ti, mañana puede que me pase a mi. O no, pero nos intentamos poner en el lugar del otro porque, pase lo que pase, es un amigo y quieres ayudarlo por encima de todo y también sabemos que si llega a ser al revés, yo por lo menos, estoy segura de que él lo haría.
A nadie le gusta que un amigo lo pase mal, que sea engañado por otras personas y mucho menos que se rían  de él sin tener la culpa de nada, porque sabes que ese amigo lo ha dado todo, se lo ha jugado todo para nada; no creo que esta sea su mejor recompensa de todo esto. Y aquí es cuando yo hago frente con él, cuando me lo encuentro derrumbado, destrozado, desanimado, derrotado, exhausto, destruido, sin fuerza para poder con su alma; aquí llego yo con mi prepotencia, intentando que no se me note, y le digo que no, que no tiene un por qué razonable para estar así aunque yo sepa el por qué razonable porque nadie merece verlo como lo veo yo, aunque ni yo misma merezco verlo así, porque esa gran persona esa persona rígida, esa persona rigurosa con respecto a estos teas, esa persona que te apoya en todo y lo hace todo por hacerte sentir bien, esa persona demuestra que se contradice y no puede ser, en ese momento perdido tras una batalla perdida, allí estoy yo para recordarle  lo que es, para no verle más así porque no me gusta. Eso es lo que ge sacado bueno de ti, mantener firme a aquel que vea desfallecer.

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